jueves, 23 de febrero de 2012

Los Roques, Venezuela

DÍA 1:
Salimos ansiosos de Lima pues nos esperaba un viaje de aventura que habíamos planificado con antelación los tres mosqueteros, que son cuatro (Flor, Michelle, Manolo y este humilde relator). El vuelo muy agradable, en business de LAN como siempre: ofrecen una atención como uno se merece, champán de bienvenida, un muy buen almuerzo y buenos vinos para rociar el gaznate.
El vuelo resultó corto, sólo cuatro horas de relajo y en compañía de Laura Pausini. Arribamos al aeropuerto Simón Bolívar, en esa tierra de mujeres hermosas, arepas, excelente chocolate, estupendo ron, queso, nata de chuparse los dedos, arañas monas (o comúnmente llamadas tarántulas), gusanos de seda y carne llanera en vara que nos habíamos prometido degustar a la primera ocasión.

Vista Aérea de Los Roques

Nos alojamos en el hotel Eurobuilding de Maiquetía, zona cercana al aeropuerto, ya que teníamos que tomar vuelo a Los Roques al día siguiente muy temprano y no valía la pena subir a la ciudad de Caracas (distante 45 minutos). Al poco rato apareció nuestro buen amigo Ernesto G. con una alforja (literalmente correcto) con cuatro enormes fajos de billetes de denominación de 50 bolívares fuertes, que nos cambió al doble de cambio oficial. Felices por la exitosa transacción comercial nos empujamos de a poquitos dos botellas de Pisco Viñas de Oro mosto verde que nos entonó como debía ser, para pasar luego al restaurante del hotel, donde pedimos unos simpáticos piqueos llamados por estos lares pasapalos (compuestos de carpaccio de lomo y atún, dedos de quesos, casabe con ajo, arepitas fritas y los originales tequeños). Aquí quiero hacer un pequeño alto y comentarles, para que se ilustren, que en este país es donde se inventaron los tequeños, que son totalmente diferentes de los que conocemos en lima. Aquí son de masa de a verdad y súper rellenos de un queso blanco que sólo se encuentra acá (cremoso como él solo y de inigualable sabor caribeño). Pan leñero, cerveza fría y otros piqueos más pusieron la buena nota antes de ir a descansar, que muy temprano comenzaba la aventura.

Tequeños Venezolanos
DÍA 2:
A las 7.30 estábamos todos tomando desayuno americano con un plus de lujo que nos había regalado Ernesto: nata caraqueña, que es crema batida antes de que se convierta en mantequilla, con su toque correcto de sal. Es deliciosa cuando la untas sobre arepas fritas y/u horneadas, o acompañada de carne mechada y caraotas o frijoles negros. Con pan caliente también se le rinde honores a este manjar.
Después de dar cuenta de este opíparo breakfast, nos dirigimos al aeropuerto auxiliar (distante cinco minutos del hotel) de donde salen todos los vuelos nacionales, para tomar un vuelo en avioneta hacia el archipiélago de Los Roques (a 45 minutos de vuelo y US$300.00 cocos por mitra el ida y vuelta). Acá les comento que sólo permiten un carry por persona, con un peso máximo de 10 kilos, ya que son todos aviones chicos (en nuestro caso fue un Islander de tres motores a hélice con capacidad para dieciséis pasajeros).
Viajamos muy cómodos en este corto vuelo, arribando al archipiélago que, geológicamente hablando, es relativamente joven ya que emergió del Mar Caribe hace apenas 15,000 años, y donde - como a las 10:30 de la mañana - nos aguardaba Ángel, nuestro valet asignado para el disfrute de estas vacaciones de cuatro noches y cinco días.

Croquis de Los Roques

Acá no hay autos, todo se hace a pie; tampoco hay hoteles, sólo posadas (sesenta) la mayoría de tres a seis habitaciones cada una, salvo un par que tienen como quince cuartos, pertenecientes casi todas a italianos que al parecer fueron los que llegaron por los años 70 y pusieron en onda este paraíso.
Habíamos reservado desde Lima dos suites con AC (muy raro en la isla), cable y todas las comodidades de ley, en la Posada Albacora (regentada por Mauro, un italiano afincado por estos lares) cuyo costo es de US$ 440.00 diarios por habitación; incluye alojamiento, desayuno, almuerzo ligero en la playa, cooler con bebidas y cervezas, la cena y los traslados en bote a las playas cercanas con sillas y sombrilla de carácter obligado, ya que el rey sol te saca la ñoña. Una vez instalados y, muy importante, Doña Michelle habiendo ya preparado el bar cooler con vodka Absolut, jugos, tónica, cerveza y harto hielo, nos embarcamos en nuestro primer paseo al cayo llamado Francisquises, que se compone de tres cayos: el de arriba, el medio y el de abajo. Cuenta con las mejores playas recreativas en el parque, y dista unos quince minutos en bote desde el Gran Roque.

Mar Azul y Catamarán en la Orilla


Una vez instalados con todas las comodidades playeras, nos dedicamos a conversar, bañarnos en una mar transparente turquesa con 28 grados de temperatura de agua, arenas blancas como el mármol de Carrara y muy buenos cocteles fabricados por Doña M, elegida nuestra bar woman oficial. Qué más les puedo decir… El tiempo estaba totalmente detenido, el disfrute era a toda máquina… Que vivan las vacaciones y que trabajen los hijos por nosotros!!!
Estando absortos y totalmente dedicados a no hacer nada, llegó un bote de pescadores con una gran canasta de langostas vivas que inmediatamente colocaron en una jaula dentro del mar, frente a un rústico y único restaurante que había a nuestro costado. Raudos y veloces nos dirigimos a escoger nuestro botín de kilo y medio para el próximo almuerzo a venir, del cual dimos cuenta acompañado de arepas, ceviche muy agradable de pescado local con ají, clásicos tequeños vene y cerveza bien helada para amenguar la fuerte temperatura que nos acompañaba. Les comentaremos que almorzamos excelente: la langosta no pudo haber estado mejor cocinada; todos sin excepción aplaudimos al cocinero de turno.

Pesca de Langosta con Nasa


Bien entrada la tarde regresamos a la posada, donde aguardaba una merienda acompañada de empanadas de cazón y té helado, que nos guió a una muy buena y reparadora siesta, preámbulo de unos aperitivos pactados con antelación y de una cena compuesta de carpaccio de atún al sésamo, pez espada al ajo con papitas nativas, crepes de plátanos y tinto de verano para alegrar la noche. Como quedamos más que satisfechos, salimos a caminar para hacer la obligada digestión en el Acuarela Bar, donde Baileys, cointreau y ron Pampero Aniversario pusieron la nota final a este primer día en Los Roques… A soñar y soñar que el mundo se va a acabar…

DÍA 3:
Nos levantamos muy temprano, todos súper deportistas y bien vestidos, con iPods, zapatillas y todo, para hacer jogging dentro de la isla, a la que le das la vuelta en media hora pero vale la pena el bis… Siguió un reparador desayuno americano caribeño de todo agrado para la concurrencia, sumándole la nata regalada en Caracas que nos la habíamos traído como tesoro escondido.
A las nueve y media de la mañana, con los cooles o cavitas como les dicen acá, nos volvimos a embarcar hacia otro cayo de nombre Noronquises (o paraíso de las tortugas), donde acampamos por algunas horas en una playa prácticamente desierta, sólo para bañarnos en estas cristalinas aguas junto a amigables tortugas, beber hasta tratar de perder la conciencia (lo que nadie pudo cumplir) y no hacer más que conversar y planificar nuestro próximo viaje fijado para mayo si Dios nos lo permite.
Como a las dos de la tarde nos volvió a buscar la lancha para llevarnos a almorzar a otro cayo de apellido Madrisquí, donde buscamos a Juanita (la dueña del restaurante local) para volver a almorzar gran langosta a la plancha, pescado frito y algunas guarniciones de rigor, sumando un vodka Belvedere polaco de 50° que habíamos llevado y que nos puso en fa.

Madrisqui

Regresamos a la posada ya bien entrada la tarde y, al llegar, nos ofrecieron de merienda arepas de queso y la famosa reina pepiada (que es un potpurrí de varios sabores perfectamente balanceado). La cena estuvo compuesta de unas berenjenas fritas al pomodoro buenísimas, de plato principal un excelente pescado a la plancha con verduras salteadas con panceta, y de postre flan de maracuyá. Nuevamente todo estupendo… A dormir los angelitos, o los diablitos diría yo…


Reina Pepiada

DÍA 4:
Lo mismo del día anterior: caminata y buen desayuno reparador, cooler con Grey Goose alistado por nuestra bar woman Doña M. Partimos nuevamente a la isla del primer día por dos razones: la primera, que estaba ventoso como para ir a una más lejos y, la segunda, porque el primer día, por falta de información, nos habíamos perdido una piscina natural a la espalda de donde acampamos, llena de corales y peces de muchas especies, en la que buceamos en esta oportunidad provistos de los equipos necesarios. Nuevamente y por tercer día consecutivo dimos cuenta de langosta de más de dos kilos (a la plancha), calamares fritos, ensalada de papas con aceitunas y alcaparras y chelas súper heladas. Buena siesta como a las tres de la tarde, que fue mi peor error ya que nos echamos a la sombra de un manglar y les dejé la mesa servida a los mosquitos locales (famosos por su potente picadura y veneno). Me atacaron en la boca, la cara, la calva, los brazos, las piernas… es decir, más de veinte o veinticinco picaduras que no me dejaron dormir toda la noche de lo doloroso. Al menos me queda el consuelo de saber que los envié bien mamados al más allá. Y no fui el único: a Doña M la atacaron pero en menor escala que a este mártir su humilde y adolorido relator.
Les relataré que me sorprendió - camino al muelle, por la mañana de ese mismo día, antes de partir al cayo - la cantidad de avionetas privadas de todo tamaño que vimos en el pequeño aeropuerto y que inmediatamente relacionamos con más de una veintena de catamaranes, veleros y yates (todos de gran calado: el más pequeño de cuarenta pies) que encontramos anclados en la playa… Qué tales millonarios estos panas!!! Se sumaba una súper fiesta organizada por la Coca-Cola local, que había traído unas cien personas en dos enormes catamaranes de más de setenta pies. Mismo Asia: música, juerga, masajes y juguetes acuáticos dieron el toque folclórico a este memorable día.

Muelle en Los Roques


Por la noche volvimos a cenar en la posada: pasta corta a la matriciana con buen grana padano, pargo al limón con col salteada en pimienta al demi-glace, torta caribeña, vino español reserva de nombre Albalí de Valdepeñas (best buy 2010 Wine Spectator) y café corto.
Aprovechamos la noche estrellada para irnos a pasar un rato agradable a uno de los lounges locales llamado Café Art, endroit frente al mar, rodeado de cocoteros y muy buena onda, como para beber un buen digestivo (en este caso Buchanan 18 años y Ron Pampero Aniversario que puso la cereza al pastel, como diría el maestro de maestros el chef Escoffier). A jatear rico como me gusta, cuarto helado a 19°C, cable con buena onda y doña M. bien calentita!!!

DÍA 5:
Amaneció increíble, un cielo azul, así que optamos por comenzar el día con un poco de ejercicio y un desayuno contundente: jugo de frutas, arepas rellenas de carne mechada de pollo y queso, huevos jugosos y buen pan de la panadería local, internet obligado y, al medio día, nos fuimos como de costumbre a la playa en bote local. El día fue estupendo: súper sol, playa de lujo, arena de mamey, buenos mojitos, tostones, langostinos al ajo y una cazuela de mariscos que completó el paseo. Por la noche, sopa de auyama con hilos de queso local, arrebozado de pescado con papas cremosas y flan caribeño nos completaron este buen día, luego de lo cual procedimos a embadurnarnos con repelente para pasar la noche frente a los batallones de kamikazes que no respetan ni a su madre!!!

Flan Caribeño o de Coco


DÍA 6:
Amaneció muy soleado y dimos el paseo matutino como de costumbre pero a paso de conversación. Recalamos en el kiosco local, donde dimos cuenta de unas empanadas de queso y carne que, bañadas en una crema picante, terminaron por ponernos a mil por hora. Siendo las ocho de la mañana, llegando a la posada, nos informaron que el vuelo había sido adelantado para las once de la mañana en vez de las cinco de la tarde, hora en que teníamos programado regresar a Caracas. Esto nos obligó a postergar la langosta de tres kilos reservada con antelación, así como el último paseo: baño de mar al cayo Vapor, donde nos íbamos a bañar como nos trajo mi mamá a este mundo. Para mitigar la frustración de este adelanto de planes nos compramos unos polos llamados franelas por estos lares, que pusieron de muy buen humor a toda la tripulación.
El vuelo, muy agradable y a la vez corto. Llegamos a la capital antes del medio día y bajo mi dirección tomamos el bus socialista que te lleva del aeropuerto a la ciudad, en este caso al Alba Hotel (ex Hilton, expropiado por el gobernante de turno), por diez bolívares o dos dólares americanos por mitra. Tomamos un taxi por setenta bolívares (o menos de diez dólares) al Gran Meliá Hotel, donde teníamos reservadas por los próximos dos días dos estupendas habitaciones, por la friolera de US$270.00 por habitación, si en caso les interesa venir.

Restaurante del Hotel Gran Meliá de Caracas


Después de tomar unos buenos Bloody Mary (no mejores que los que prepara mi amigo Eduardo C, pero muy buenos) en el bar del lobby del hotel y una vez pasados por los trámites de rigor del famoso check-in, relajamos los nervios, guardamos las maletas y nos fuimos a almorzar al Lee Hamilton, restaurante situado en la Av. San Felipe, esquina El Bosque, en La Castellana, buena zona. Comimos como los dioses, lo que pasaré a relatar, pero no sin antes comentarles que en este país la carne es una institución; es Buenísima con B mayúscula. Una vez instalados, nos trajeron unas empanaditas acompañadas de una jalea picante y un queso blanco llamado telita para amenguar los nervios. Enseguida los aperitivos, en este caso whisky y vodka, que te los sirven que parecen triples!!! Nos regalamos con un New York steak o bife ancho y una punta de cuadril también llamado punto trasero. Tengo que comentarles que vivimos el paraíso a cada bocado, qué tal placer saborear esta carne local! La acompañamos de yuca frita y sancochada, ensalada verde César, dos raciones de nata, sendas papas verdes gratinadas, morcillas, chorizos y, para regar la cancha, vodka y scotch. Precio por estos manjares: US$200.00 por los cuatro (cambio paralelo). Regresamos al hotel para encontrarnos con Ernesto y decidimos quedarnos disfrutando de las instalaciones de este magnífico hotel mal ubicado (a nuestro juicio), charlando hasta bien entrada la madrugada.


Blanquísimo Queso Telita

DÍA 7:
Nos despertamos temprano, nos pusimos nuestros atuendos deportivos y descendimos al nivel L3 en el que está el Spa Gym, junto a la piscina y al restaurante donde se toma el desayuno. A lo lejos divisé a Manolo y Flor ya disfrutando de los manjares locales: carne mechada, caraotas negras, pescado asado, huevos al gusto, arroz, pastelitos de queso de mano o de jamón, frutas de todos colores, fiambres y quesos multicolores y de diferentes texturas, pastelería diversa, jugos de guanábana, melón, sandía, naranja, parchita, varios tipos de sabores de té y café… en fin, todo un señor buffet con algunos manjares adicionales que no recuerdo por el momento. Cometí el error de picar un pequeño pastelito que estaba tan bueno que no me pude detener y seguí comiendo, lo que dio como resultado que jamás llegáramos al gimnasio; sólo paseamos nuestra ropa deportiva por el hotel. Nuestro amor por la cocina pudo más y a buena hora!
Como a las once de la mañana nos tomamos un tour en una camioneta blazer con chofer y guía particular para los cuatro, por la suma de US$150.00. Te pasean por toda la ciudad, el centro histórico, la casa de Bolívar, la Catedral, la Plaza Mayor y otros pintorescos sitios de interés, durante aproximadamente tres horas y media.

Casa del Libertador Simón Bolívar


Decidimos no almorzar para salir a cenar. Sólo picamos unas arepas bolivarianas, que las llaman así porque las venden en unos camiones acondicionados como restaurantes de paso (construidos por el gobierno de Chávez), a precios populares para joder a los empresarios particulares: las venden a siete bolívares en vez de treinta que valen en los diversos negocios por toda la ciudad. No son malas pero tampoco son buenas y tienen la mitad de tamaño y de relleno que las otras. Las hay de salchicha, chorizo, queso, jamón, carne mechada de res o pollo, reina pepeada, de cazón y de perico (que es huevo revuelto con cebolla y tomate) y de otros sabores más.
Como había tiempo nos fuimos al super market a comprar vituallas para llevar a Lima y poder convidarles a los amigos las buenas cosas que tienen por estas tierras. Compramos varias cajas de tequeños de masa y de hojaldre (que se encuentran en el freezer del hotel esperando ser transportados a Lima), natas, mozzarellas, sueros con sal, quesos locales, morcillas, chorizos, chocolates, enlatados de mar, salsas picantes y dulces, harinas para hacer arepas y empanadas, café local y otras delicatessen que darán la fiesta este fin de semana en la playa.

Cachapas de Jojoto


Nos fuimos a cenar (después de tomar unas copas en el bar del hotel) acompañados por Ernesto, su hijo y su simpática enamorada, al Alazán - otro restaurante de carne - ubicado en la Av. Luis Roche, en la Quinta El Remanso, Urbanización Altamira.
Paso a relatar el menú. De piqueo: plátano maduro con queso al horno, nata coriana, queso con cachapas, arepitas fritas y de horno, casabe con ajo, morcillas, chorizos, cachapa de jojoto (que es como una humita salada). De fondo: T-bone, lomito piece, entrecote de solomo, churrasco de solomo (bife de chorizo), ración de congrí (que es arroz con frijoles negros), yuca y dos tipos de ensaladas. De postre: helados y torta. A todo esto le sumamos una botella de Etiqueta Negra. Todo por la friolera de poco más de US$350.00, lo que nos pareció muy razonable comparado con los precios de Lima.
Si comparo estos dos restaurantes de carne entre sí, me quedo con el Lee Hamilton por su calidad de carne, a pesar de que en el segundo hay más ambiente y los piqueos son mucho mejores que en el primero de los mencionados.

Típico Congrí


DÍA 8:
Hoy me voy al mercado local para las compras gourmet finales y a tomar un desayuno típico de pueblo caraqueño, previo platico venezolano en el restaurante del hotel: caraotas negras, carne mechada, arroz blanco, pan, mantequilla y jugo de sandía, que acabo de consumir por si me faltaran fuerzas para la misión que tengo que emprender… Qué dura es esta vida…
Llegamos al municipio de El Chaco, en la zona Este de la capital, manejado por la oposición en persona del alcalde: ¡qué tal diferencia! El mercado limpio, ordenado y muy bien abastecido. Se compró lo que tenía que comprarse: más comida para llevar, piqueos para apaciguar el alma, y nada más porque hay que regresar al hotel a preparar las maletas que el vuelo sale al finalizar la tarde. Nos despedimos de estas tierras llaneras llenas de buenas amistades, muy buena cocina regional, hermosos paisajes y playas de ensueño, entre otras virtudes y, sobre todo, hermosas mujeres… aunque menos guapas que las nuestras!!!
Buen Apetito!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario